Siempre vale la pena preguntarse qué pasa si pierdes tu información y qué se puede hacer para minimizar el riesgo.
Una vez un profesor de Finanzas nos dijo: “Sólo se debe tomar seguros para aquello cuya pérdida supone una desestabilización muy grande para nosotros”. Si bien fue en el contexto de las garantías extendidas que el retail ofrece para los electrodomésticos, deja un espacio para reflexionar sobre la naturaleza de los seguros. Claramente, en el contexto de esa conversación, no se justificaba pagar la garantía extendida para la tostadora, pero quizás sí para el refrigerador.
En el mundo de las empresas, también existen cosas que nos duele perder: la maquinaria, los vehículos, el edificio, el tipo de cambio al cual operamos, nuestra información, etcétera. Para todas las anteriores existe algún tipo de seguro (seguros, contratos forward, entre otros.), excepto para la información con la que trabajamos.
Especulando, me parece que es porque es muy difícil cuantificar el impacto que tiene sobre la empresa perder información. Las horas que una máquina se detiene por una avería, el tener que comprar un vehículo nuevo, un cambio brusco en el tipo de cambio tienen impactos fácilmente cuantificables. La pérdida de información es bastante menos directo.
Por ejemplo, hace algunos meses, el ransomware Wannacry atacó a las redes corporativas de diversas empresas a lo largo y ancho de todo el mundo. No se salvó nadie: ni los hospitales, ni empresas de telecomunicaciones, ni empresas de energía. El virus tomaba la información y la «secuestraba», luego pedía una suma de dinero en Bitcoins para poder rescatar los archivos de ese computador. Muchas empresas tuvieron que valorizar su información en ese instante y decidir si pagaban el rescate o no.
Sin embargo, si bien no existen aseguradoras de datos, sí existe algo que funciona como un seguro: respaldar la información. Mientras más profesional el respaldo, mayor es la probabilidad de recuperación en caso de pérdida. A la hora de evaluar las opciones que tienen para respaldar su información, tengan en cuenta lo siguiente:
Exposición: ¿Está mi respaldo expuesto a los mismos fenómenos que pueden ocasionar perdida de información? Los pendrives, discos duros externos e incluso los respaldos en el datacenter de la empresa pueden estar expuestos a fenómenos naturales o informáticos que pueden dañar tanto la información como su respaldo. Deslocalización y redundancia son muy buenos atributos a la hora de respaldar.
Seguridad: ¿Está mi respaldo protegido contra intrusos? El respaldo debe estar protegido al menos de manera tan segura como está protegida la información de la empresa. La encriptación permite que sólo tú tengas acceso al contenido de tus archivos.
Fluidez: ¿Qué tan intrusivo en mi rutina es realizar el respaldo? Claramente la frecuencia con la que uno respalda depende de lo simple o complejo que sea ejecutar el respaldo.
Versionamiento: ¿Me basta con la última versión de mi archivo o necesito reconstruir la historia? A veces lo que necesitamos no es la última versión del archivo, sino que una versión anterior. En estos casos, el versionamiento es una funcionalidad bastante útil.
Teniendo en cuenta estos aspectos, pagar un servicio de respaldo funciona como un seguro contra la pérdida de información. Y si realmente te duele perderla, mi profesor de Finanzas tiene un buen punto para que “contrates ese seguro”.
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